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Sarampión: el mismo virus que vuelve

El regreso del sarampión no es producto de un virus más fuerte, sino de un sistema global más frágil en su capacidad de prevenir

El sarampión, una enfermedad que alguna vez fue una de las principales causas de mortalidad infantil y que gracias a la vacunación había sido eliminada como enfermedad endémica en muchos países, está regresando.

Un artículo publicación en Pediatrics advierte sobre el resurgimiento del sarampión en EE. UU. y otros lugares del mundo. Algunos de los brotes ocurridos a partir del 2000 se produjeron en Samoa (2019), más de 5700 casos en una población de apenas 200.000 personas; EE. UU. (2019 y 2025), más de 1200 casos y 300 casos, respectivamente; Pakistán y Nigeria (2023–2024), brotes con miles de casos en zonas rurales, y Argentina (2019–2020 y 2025), dos brotes con un total de más de 200 casos tras casi dos décadas sin circulación endémica.

Varios son elementos que han aportado a la ocurrencia de los brotes recientes a nivel global: disminución de las tasas de vacunación por desinformación, falta de acceso o interrupciones en los programas sanitarios; movilidad internacional, que permite la introducción del virus en poblaciones susceptibles; y fallas en la detección temprana y el aislamiento de los casos.

El sarampión es una de las enfermedades más contagiosas que existen: su R₀ (número básico de reproducción) puede alcanzar hasta 18, lo que significa que una sola persona infectada puede contagiar a 18 personas susceptibles en una comunidad sin inmunidad. En comparación, el R₀ del SARS-CoV-2 se estima entre 1 y 6.

Una dosis de la vacuna triple viral (MMR / Measles, Mumps, Rubella) protege al 93 % de los vacunados y dos dosis al 97 %. Para prevenir la diseminación del virus y evitar brotes, se necesita que más del 95% de la población esté inmunizada. Sin embargo, según la publicación, solo el 83 % de los niños, a nivel global, habían recibido la primera dosis en 2023. Ninguna región de la OMS (Organización Mundial de la Salud) eliminó con éxito el sarampión y, en la era de los viajes globales de fácil acceso, el virus siempre estuvo a solo un viaje en avión de distancia.

El sarampión tiene una presentación clínica clásica, aunque muchos profesionales jóvenes nunca la han visto. Más del 50 % de los pacientes con sarampión tienen afectación pulmonar. Las complicaciones más comunes son la neumonía viral o secundaria bacteriana, la otitis media y la diarrea, Puede presentarse encefalitis en el 1 ‰ de los casos, con una tasa de mortalidad del 20 % y secuelas neurológicas en 40 % de los sobrevivientes. La panencefalitis esclerosante subaguda es otra complicación neurológica fatal que puede aparecer años después de la infección, especialmente si el contagio ocurrió en el primer año de vida. Además, el sarampión puede causar supresión inmunológica prolongada, aumentando el riesgo de otras infecciones por meses o años.

El diagnóstico se confirma mediante PCR nasofaríngea o faríngea, y en algunos casos por serología (IgM antisarampión). Dada la demora en los resultados, es clave que los profesionales reconozcan el cuadro clínico para iniciar medidas de control.

La alta contagiosidad del sarampión, sumada a la disminución de las coberturas vacunales, requiere del reconocimiento clínico temprano, la implementación de medidas de control y la promoción activa de la vacunación.

La vacunación sistemática sigue siendo la estrategia más efectiva y la herramienta fundamental para evitar que esta enfermedad prevenible continúe cobrando vidas. El regreso del sarampión no es producto de un virus más fuerte, sino de un sistema global más frágil en su capacidad de prevenir.