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Nutrientes agrícolas y lluvias extremas: abordando la escorrentía con enfoques de conservación

Las concentraciones de amoníaco y fósforo del agua aumentan considerablemente luego de eventos de precipitación extrema en las zonas con actividad ganadera

La University of Illinois Urbana-Champaign ha llevado a cabo un estudio clave sobre la contaminación del agua debido a la escorrentía de nutrientes agrícolas, un problema crucial en Estados Unidos y numerosos países agrícolas. Este análisis aborda cómo el cambio climático, al generar eventos meteorológicos extremos, puede agravar este desafío ambiental.

Tras examinar más de una década de eventos de lluvia en Wisconsin, el estudio detectó un notable incremento en la escorrentía de nutrientes alrededor y al cierre de la temporada de crecimiento. En un contexto de modelos climáticos con eventos extremos de lluvia, el estudio destaca la compleja interconexión entre el uso de nutrientes y la calidad del agua.

El estiércol animal y los fertilizantes agrícolas se perfilan como causas primordiales de la contaminación difusa procedente de la agricultura. Con una sólida industria láctea, Wisconsin alberga numerosas granjas.

Durante el período de 2008 a 2020, los investigadores analizaron la calidad del agua en aproximadamente 50 cuencas hidrográficas en Wisconsin. Se evaluaron los niveles de nutrientes luego de precipitaciones de media pulgada, una pulgada y dos pulgadas y se correlacionaron las concentraciones de amoníaco y fósforo con la ubicación de granjas ganaderas y áreas de cultivo.

Los resultados mostraron picos de concentración de nutrientes inmediatamente después de eventos de precipitación extrema, y esta tendencia se acentuó con mayores cantidades de lluvia. Cinco días después de una pulgada de lluvia, el amoníaco aumentó un 49% y el fósforo un 24%. Si ocurría al menos un día al mes con más de una pulgada de precipitación, el amoníaco mensual era un 28% mayor y el fósforo un 15% más alto. Existía no solo un incremento temporal de los niveles de nutrientes, sino que, al final de la temporada, persistían incrementos considerables en fósforo y amoníaco vinculados a los eventos extremos de precipitación ocurridos meses antes. Los investigadores también identificaron la presencia de nutrientes remanentes, legado de prácticas agrícolas que datan de décadas e incluso siglos atrás.

Sin embargo, el estudio presenta recomendaciones para combatir estos efectos y mitigar la escorrentía con prácticas de manejo agrícola. Los cultivos de cobertura sembrados en invierno logran disminuir la cantidad de nutrientes presentes en el agua, registrándose picos menores de amoníaco y fósforo, y esta reducción se mantiene hasta el final de la temporada de crecimiento. Evitar la erosión del suelo conserva los nutrientes presentes y evita que estos lleguen a las aguas superficiales.

Si bien ya se reconoce que los cultivos de cobertura son altamente beneficiosos para el manejo de suelos y nutrientes, esta evidencia adicional subraya su importancia como una estrategia inteligente desde el punto de vista climático, lo que puede impulsar la resiliencia agrícola en el futuro.