fbpx

Riego eficiente y sostenible, una necesidad imperiosa para el futuro agrícola de Argentina

Casi el 95 % de la superficie sembrada depende exclusivamente de las lluvias, lo que la hace vulnerable a las contingencias del cambio climático

La superficie agrícola bajo riego en Argentina sigue siendo relativamente limitada. El Censo Nacional Agropecuario de 2018 reveló que solo 1 360 521 millones de hectáreas se encontraban irrigadas, lo que representaba en ese momento el 4,3 % de las 31 899 871 hectáreas implantadas con algún tipo de cultivo. Del total de explotaciones agropecuarias censadas, sólo el 14,4 % tenían algún sistema de riego. El país tendría, entonces, aproximadamente el 95,7 % de su superficie cultivada bajo secano, es decir dependiente de las lluvias, tanto en cantidad como del momento en el que ocurran.

Varios estudios realizados en el país han demostrado que el rendimiento promedio del maíz y el trigo bajo riego más que duplican el rendimiento en secano, lo cual coincide con lo afirmado por el Banco Mundial a nivel global. Estos resultados indican que la incorporación de tecnologías de riego daría la posibilidad de suplementar la falta de precipitaciones en momentos que definen el rendimiento de los cultivos.

En los últimos meses, la sequía golpeó una vez más la producción argentina. Según una estimación realizada por la Bolsa de Comercio de Rosario, el ingreso de divisas proyectado para la campaña 2022/23 por las exportaciones netas de los complejos trigo, soja y maíz sería de USD 21 740 millones, lo cual significa que ingresarían USD 13 950 millones menos que en la campaña 2021/22, llevando a una caída en la recaudación tributaria total de alrededor de USD 6 000 millones.

Actualmente la agricultura consume, en promedio, el 70 % del agua dulce que se extrae en el mundo. El riego sostenible permite optimizar el uso del recurso, elevar el rendimiento de los cultivos y asegurar una producción previsible. Pero aumentar la superficie bajo riego también implica desafíos, como la necesidad de infraestructura adecuada, la disponibilidad limitada de agua en algunas regiones y los conflictos de uso del agua entre distintos sectores.

En el país el sistema de riego que predomina, como en el resto del mundo, es el de gravedad. La eficiencia del riego a nivel de campo varía según el diseño, la zona y el cultivo, pero en general es inferior al 60 %. El exceso de agua percola al subsuelo y al acuífero y podría aportar​ sales, conduciendo a la salinización del suelo. Este es uno de los motivos por los que el sistema de riego debe ser eficiente, suministrando solo el agua adecuada en calidad y cantidad en el momento que se la necesita.

El riego tecnificado, ya sea por aspersión o goteo, es presurizado, por lo que requiere energía. La tecnificación del riego está impulsada por la necesidad de ahorrar agua, pero se debe contar también con el recurso energético. El uso de energías renovables, solar o eólica, es una opción cuando la tecnificación aumenta el consumo de electricidad de las unidades agrícolas. Por otra parte, se requieren equipos y la adopción de las tecnologías de la información y la comunicación para una gestión óptima del riego, lo cual demanda a su vez una fuerte inversión. 

Más allá de las dificultades, las consecuencias productivas de la sequía en el país y en otras regiones del planeta demuestran que los países deben adaptarse a las contingencias del cambio climático impulsando, entre otras medidas, la agricultura bajo riego, pero de forma sostenible y económicamente accesible. Según el World Resources Institute, Argentina posee, en su conjunto, un riesgo intermedio de sequía, entendiéndose como tal la probabilidad de que ocurran y que la población y sus bienes sean vulnerables a sus efectos. Sin embargo, este índice de riesgo pasa a ser alto en las principales zonas agrícolas.

La demanda de alimentos en el mundo aumentará con el crecimiento demográfico y la urbanización, pero a la par aumentará la demanda de agua. Argentina se encuentra entre los primeros diez mayores exportadores de productos agrícolas. Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, en 2022 el país exportó bienes por un total de USD 88 446 millones, de los cuales más del 50 % pertenecieron a los complejos exportadores agrícolas. Sin embargo, la acción del clima redujo drásticamente las proyecciones de 2023.

Es necesario que el país encuentre las vías de acción para lograr producir más y de forma previsible mejorando la eficiencia en el uso del agua y en los sistemas de abastecimiento, la única forma de neutralizar los efectos devastadores del clima y su impacto en la economía.